miércoles, 24 de octubre de 2007



"Las librerías son fundamentales para la salud cultural de un país" (Teresa Ferreirós - Expansión)



Jorge Herralde (Barcelona, 1935) acaba de recibir el manuscrito en inglés de la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad. “Es excelente”, dice. La diferencia con respecto a una situación similar hace unos años es que, esta vez, el documento le ha llegado directamente a su correo electrónico. Herralde considera que las nuevas tecnologías han facilitado mucho el trabajo de los editores: “Todavía es muy prematuro, pero ha sido muy útil”, afirma.

El editor asegura que la mayoría de los originales llega a través de la red y que, para las exportaciones, Internet también ha sido de gran ayuda: “En quince días, está el libro impreso en cualquier país”. En España, la venta de libros por Internet es pequeña, debido, según Herralde, a que es un país muy urbano, donde hay librerías en casi todos los núcleos de población. En EEUU, por tradición, o en América Latina, por una carencia endémica de librerías, está triunfando más la venta a través de la web.

De viaje
Herralde vive de ciudad en ciudad. La semana pasada, estuvo en la Feria del Libro de Fráncfort (Alemania) y, poco antes, en una presentación en Bilbao. A sus 72 años, el editor tiene una vida envidiablemente dinámica. Lee todo lo que cae en sus manos, aunque confiesa que le queda poco tiempo para la lectura placentera. “Las memorias, biografías y ensayos forman la parte más ociosa de mi trabajo de lector y soy fan de Josep Pla”, confiesa.

Herralde empezó en la edición como la mayoría de editores voluntaristas y vocacionales, “como lector y por deseo de compartir entusiasmo”. Fundó Anagrama en 1969, en un momento de gran ebullición política en el que ya había ciertas fisuras en el franquismo y la Ley Fraga permitía publicar textos hasta el momento absolutamente prohibidos. Herralde asegura que, en sus primeros años, la editorial tenía una fuerte intención política, que poco a poco fue remitiendo. El Che Guevara, Mao Tse Tung y Trotsky fueron de los primeros autores que llenaron el catálogo de Anagrama, que hoy alcanza los 3.000 títulos.

Dentro de sus dos líneas, narrativa y ensayo, el editor apuesta por la excelencia y la curiosidad intelectual. Anagrama ha rescatado clásicos como Georges Perec, Albert Cohen o Vladimir Nabokov. Herralde confiesa que tiene una relación personal, “de amistad”, con autores como Álvaro Pombo, Enrique Vila-Matas o, en su día, Roberto Bolaño.

No fue hasta 1979 cuando el fundador de Anagrama oyó hablar de Bukowski. Fue en San Francisco, en la editorial y librería City Lights Books. Al llegar a Barcelona, el editor se puso rápidamente en contacto con Carmen Balcells para editar al escritor alemán. Y lo consiguió. Herralde dijo una vez en una entrevista –publicada en un libro escrito por él, Por orden alfabético– que “una borrachera de vino blanco” es lo que tiene en común con este autor. Entre las últimas novedades de Anagrama, figuran títulos como La interpretación del asesinato, Jed Rubenfeld; La vida interior de Martin Frost, de Paul Auster; o Crematorio, de Rafael Chirbes.

Una figura incierta
Muchos dicen que los agentes literarios son el único intermediario posible entre el escritor y el editor. Herralde no cree que sea así. De hecho, Anagrama, igual que Tusquets o Alfaguara, gestiona los derechos de algunos de sus escritores más consagrados, como Vila-Matas, Pombo, Bolaño o Chirbes.

Herralde explica que tiene muy buenas relaciones con muchos de los más destacados agentes, pero no cree que sean una figura imprescindible. El concepto empezó en el mundo anglosajón y fue Carmen Balcells quien lo importó a España, “en parte por la dejadez de los editores españoles, que no se esforzaban en promocionar a sus autores en el extranjero, pero ahora esto ha cambiado”, explica Herralde.

El editor confiesa que sus autores fetiche se reflejan en su catálogo: Nabokov, Patricia Highsmith, Pombo, Bolaño, Tabucchi o Paul Auster. Herralde pronuncia muchos de esos nombres cuando se le pregunta por los más vendidos en los últimos años de Anagrama. Auster se ha convertido en el autor estrella de la editorial, con Brooklin Follies. Tom Sharp, Javier Marías, Alessandro Baricco, Arundhati Roy, Alberto Méndez y Ryszard Kapuscinski también han vendido más de 100.000 ejemplares con Anagrama. Herralde escoge a sus autores por la calidad literaria, “que ya se puede apreciar en las primeras líneas”. La pertenencia a un catálogo también es importante; “no publicamos cualquier género”. El editor explica que con los años se va adquiriendo olfato, pero “muchos hablan del olfato de los editores y obvian que, a menudo, están resfriados”.

Para Herralde, la política de autor es importante “aunque no se puede hacer con todos porque se acabaría por publicar mil libros al año”. Anagrama cuenta con unos treinta autores con más de diez títulos publicados en la editorial. “Cuando estos escritores despuntan, están muy codiciados por los grandes grupos y, a menudo, se producen bajas”, explica. Herralde afirmó en una entrevista que “si un autor se va de una editorial, se produce un desgarro”. Álvaro Pombo o Soledad Puértolas son dos ejemplos que se marcharon a Planeta, aunque ambos regresaron más tarde a Anagrama.

La editorial publica cien títulos nuevos cada año, 25 de ellos en edición de bolsillo. Herralde destaca el alto valor del fondo editorial. Las reediciones representan el 50% de las ventas, que ascendieron a 6,18 millones de euros en 2006. La empresa está presente en Latinoamérica. Las exportaciones representan el 25% de la cifra de negocio de la editorial.

Herralde asegura que “las librerías independientes son fundamentales para la salud cultural de un país y para la salud de editores y lectores”. En España, según señala el editor, hay una red de calidad. Librerías como La Central y Laie en Barcelona o Antonio Machado en Madrid contribuyen a que muchos buenos títulos tengan éxito.

“Es muy importante el papel de librero-lector; el buen librero tiene su tienda como un catálogo editorial en sí mismo, tiene clientes que hacen caso de sus consejos”. Herralde explica que esto se ve claramente reflejado en las listas de best-sellers de estas librerías, que no tienen nada que ver con otros rankings más mediáticos. Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, es un ejemplo de “un libro magnífico” que contó con el apoyo de muchos libreros. “Cuando salió a la venta, era casi imposible entrar en La Central y no comprar un ejemplar”.

Optimismo
Herralde es un hombre risueño, gracioso y, sobre todo, optimista. Confía en el buen rumbo de la lectura, de la literatura en catalán y de las editoriales independientes. “Me atengo a la realidad”, dice. El editor afirma que hay una serie de editoriales consagradas, entre las que figura la suya propia, que capean las dificultades con mayor solvencia que los grandes grupos. Señala también que, debido a la “típica e inevitable dinámica de los grandes grupos”, éstos dejan de publicar o descatalogan libros culturalmente importantes, que son elegidos por editoriales más pequeñas.

El sector de las editoriales independientes está en plena evolución. “Las barreras de entrada son casi inexistentes, lo difícil es mantenerse”, dice Herralde. Varios ejemplos de editoriales que han sabido salir adelante, en opinión del editor, son Minúscula y Libros del Asteroide, en Barcelona; Antonio Machado, en Madrid; y Periférica, en Extremadura, entre otras muchas. “Las buenas librerías hacen de incubadoras, tratan a estas editoriales con mucho cariño”, explica.

Herralde también es optimista en lo que se refiere a la lectura. “Los números de Anagrama no me dicen lo contrario: no hemos variado nuestra línea editorial, pero seguimos creciendo”, explica. El editor discute las estadísticas y afirma que hay más lectores y más compradores de libros. Sin embargo, asegura que la oferta de nuevos títulos es “desmesurada”.

Una de las líneas más tradicionales de la editorial es la traducción de títulos en catalán al castellano. Coincidiendo con la Feria del Libro de Fráncfort, Anagrama presentó, en la colección Compactos, nueve títulos de autores catalanes traducidos que ha ido publicando en las últimas décadas, como Pere Calders, Sergi Pàmies, Baltasar Porcel o Quim Monzó.

La razón de la querencia de estos autores no es política, “no obedece a causas extraliterarias, mis pulsiones patrióticas son, me temo, de muy baja intensidad”, escribe Herralde, en una presentación publicada sobre esta biblioteca. Las razones del editor se reducen a “la búsqueda de la excelencia, la curiosidad intelectual, el rastreo de nuevas voces, el rescate de grandes autores”, afirma. Herralde empezó a leer en catalán a los veinte años, “con un libro magnífico”: Vida de Manolo contada per ell mateix, de Josep Pla. Entre las mayores satisfacciones personales, literarias y editoriales que le han proporcionado los escritores catalanes, figura haber podido incorporar a su catálogo clásicos del siglo XX como Josep María de Sagarra, con Memòries y Vida Privada; Pere Calders, con Ruleta rusa y otros cuentos; J.V. Foix, con Crónicas de ultrasueño; y Llorenç Villalonga, con Dos pastiches proustianos.

¿Una recomendación? La interpretación de un asesinato, de Jed Rubenfeld. También Crematorio, de Chirbes, que por varias razones no está suficientemente valorado en España.

Poco entusiasmo
Herralde considera que la acogida por parte del mercado español de la literatura catalana traducida no ha sido “muy entusiasta, por decirlo de forma suave”. Las librerías están invadidas por autores españoles y por traducciones de países anglosajones. El caso del autor catalán tiene handicaps adicionales que agravan la situación: el público de Cataluña lee, mayoritariamente, en catalán y en el resto de España existe cierta aversión a onomásticas y toponimias de los libros catalanes.

Herralde cree que muchos escritores, como Juan y Luis Goytisolo, Eduardo Mendoza o Vila-Matas, que se expresan en castellano, por el hecho de ser catalanes, “tienen muy difícil acceder, por ejemplo, al Premio Cervantes”. Herralde precisa que ninguno de estos autores, salvo Pere Gimferrer (que escribe en ambos idiomas), son miembros de la Real Academia Española. El editor afirma también que, en el mundo contemporáneo, “los autores que funcionan son los nacionales y los anglosajones”. En España no se publican demasiados títulos de escritores italianos, franceses, polacos o alemanes en castellano. Herralde también reconoce que parte de la culpa de esta situación radica en la cerrazón de los escritores catalanes, que no van a Madrid a promocionar sus libros.

Para el fundador de Anagrama, la Feria del Libro de Fráncfort, que finalizó el domingo, no sirve para mucho. “Los contratos se van cerrando a lo largo del año, no se espera a la feria. Sólo es útil para promocionar los derechos de los autores españoles con colegas extranjeros”. Herralde calificó el hecho de que sólo acudiera la literatura catalana, y no la cultura catalana, a Alemania de “automutilación objetiva y autoglorificación política”.

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